El domingo 09, luego de haber hecho noche en un hotel en la agradable y recomendable ciudad costera de Carúpano, partimos hacia la playa Medina. Antes pasamos por El Morro y Río Caribe, ciudades venezolanas para tener en cuenta en la península de Paria, bien al norte, poco antes de que comience el delta del Río Orinoco. También tienen varias playitas que daban la sensación de estar limpias y ordenadas, muy cercanas al camino costero y por lo tanto cómodas para llegar. Nuestro objetivo era la referida Playa Medina y otra llamada Pui Pui. Están un poco más alejadas y con caminos algo difíciles en los 3 0 4 km finales, pero valieron la pena. Sobre todo playa Medina, colmada de vacacionantes. En el lugar no está permitido pasar la noche ni acampar, así que llegamos a un arreglo con el encargado de un grupo de cabañas, que nos permitió estacionar allí por esa noche. Si bien el agua es un poco más fría, igual estaba deliciosa. La belleza de un bosque de palmeras y el fino césped cerca de la arena, nos confirmaban lo acertado de habernos llegado hasta allí.
El lunes 10 de setiembre emprendimos camino hasta ciudad Bolívar por la vía Maturín. Primero subimos unos metros de altura por unas estribaciones montañosas que hubo que superar, y luego de un buen camino, bastante recto y llano llegamos al atardecer a Ciudad Bolívar, sobre el río Orinoco. Nos instalamos directamente en el estacionamiento del aeropuerto, pues suponíamos que allí podríamos a empezar nuestra averiguaciones para llegar al salto Ángel, posiblemente nuestra ansiada Meca en todo este viaje. Por la tarde recorrimos la costanera del Río Orinoco, pudiendo apreciar la tremenda fuerza de este gigante, el tercero de América, con la velocidad de su bajada y la silueta del puente en la Angostura hacia el poniente. También fuimos al centro histórico pudiendo apreciar algunos edificios interesantes de esta ciudad, la que originariamente había sido elegida por Simón Bolívar para ser capital del país.
El martes 11 averiguamos en las agencias del aeropuerto el costo de la excursión de 3 días al Parque Canaima. Ninguna salía menos de 350 dólares por persona (convenientemente cambiados a Bolívares en el mercado informal). Nos habían ilusionado en el camino de que se había construido una ruta hasta Canaima: nada tan falso. La única opción es la aérea. Estuvimos cerca de ir 200 Km hasta La Paragua, localidad minera a que nos reduciría el aéreo en la mitad del tiempo. Allí el pasaje saldría la mitad o menos en un avión carguero. No nos animamos. Teníamos miedo de no tener a quien recurrir una vez en la aldea turística de Canaima y terminar pagando una fortuna por la excursión al salto y los alojamientos. Luego lamentamos esta decisión. Fuimos al parque Ruiz Pineda donde están ubicadas las oficinas de turismo y no nos dieron precisiones aunque sí muy buenas guías y mapas del estado de Bolívar, el más grande y diverso de Venezuela. Nos contactamos con la agencia Bernal (o Sapito) Tours (http://www.bernaltours.com/) y el señor Bernal junto a su hijo nos ofrecieron una alternativa más económica de tres días, con aéreo, todas las comidas, guía, visita a la Laguna de Canaima, saltos Sapo, Sapito y, por supuesto, la ansiada visita al Ángel con pernocte al pie del mismo. Aceptamos. La noche del martes la pasamos en el alojamiento de cortesía que nos proporcionó la señora de don Bernal en una muy completa habitación de la hostería pegada a su casa. La combi quedó allí a buen resguardo. A las 08.30 horas del miércoles 12 de setiembre estábamos volando en una avioneta de 6 plazas rumbo a Canaima. Al cabo de una hora de vuelo nos estaba recibiendo nuestro guía Demetrio, miembro de la nación de los indios pemones, quien durante los 3 días no se separó de nosotros y nos apoyó en cada inquietud que les planteábamos. De inmediato, con nuestras mochilas y en compañía de un matrimonio de docentes de Ciudad Bolívar y sus dos hijos, y de tres matrimonios de franceses, emprendimos la marcha en lancha al campamento base del Salto Angel. Iban a ser 4 horas en unas muy angostas y largas canoas que remontaban los ríos que nos conducirían a nuestro destino.
El paisaje era espectacular. Las costas cubiertas de tupida selva. El curso bastante accidentado y con piedras, al punto tal que tuvimos que bajarnos y caminar para que los dos tripulantes con menos carga (y responsabilidad), pudieran sortear los peligrosos rápidos. De a poco íbamos viendo aparecer la silueta trapezoidal del tepuy desde el cual se desploma el salto Angel.
Los tepuyes son formaciones geológicas antiquísimas –las más viejas de todo el mundo-, que tienen alturas medias de 2000 msnm. Son una especie de montañas truncas en las que las cimas son sustituídas por una amplia y alta planicie o meseta. En esa parte, se verifica un delicado ecosistema, con concentraciones de agua provenientes de lluvias, una fauna muy específica, arbustos de baja altura y muy pocos nutrientes, al extremo de que se desarrollan variedades de plantas carnívoras como respuesta a la imposibilidad de obtener sustento del propio suelo. Ya sobre las laderas casi verticales de los tepuyes, se observa que la vegetación se incremente en forma asombrosa y se multiplican las caídas de agua de variada forma y altura.
Era tan atractivo nuestro viaje que nos olvidábamos de las incomodidades de la canoa (cuidado con los calambres). Cuando paramos para comer unos sándwiches, rápidamente estábamos listos y ansiosos para reiniciar la marcha.
De pronto, Demetrio nos da el aviso tan esperado: -cuando salgamos de esta curva del río tendrán la primera vista del Salto-. Las cámaras no paraban de retratar semejante visión. Para colmo, el cielo estaba despejado y debíamos aprovechar esas primeras imágenes. No fuera a ser que en el resto de ese día o el siguiente, se pusiera a llover y ya no lo pudiéramos ver más.
Intentaremos dar a ustedes una idea que ni siquiera las fotos transmiten, sobre lo que vimos ese día y el siguiente. Sepan que el Salto Ángel (nombre en honor del aviador Jimmy Ángel que lo descubrió a bordo de una avioneta y luego murió en un accidente aéreo en el lugar), es una impresionante caída de agua, de 979 metros, la mayor del mundo. Es una caída libre sin tocar casi, bordes del inmenso paredón que forma el tepuy. En época de lluvias abundantes –como la de nuestra visita-, el caudal de agua es por demás suficiente como para tocar y llegar en cantidad y con estrépito, al pozo del final. Cuando las precipitaciones son escasas, el agua se diluye en una fina llovizna y niebla en el final, sin tocar el suelo. Desde muy lejos se advierte que estamos frente a él, aunque sea la primera vez que lo veamos.
De a poco se fue calmando el frenesí fotográfico y las exclamaciones de asombro. El salto aparecía y desaparecía, según fueran las vueltas del río, hasta que por fin llegamos al campamento donde pasaríamos la noche, justo frente al salto desde donde teníamos una hermosa panorámica. Ya en tierra firme se redoblaron los cliqueos de las cámaras cuando el día estaba terminando.
Mientras nos fuimos acomodando en las hamacas para pasar la noche y ordenábamos nuestras pertenencias, los dos ayudantes de Demetrio encendían una gran fogata alrededor del cual iban acomodando unos cuantos pollos ensartados en varas de madera. El campamento era muy amplio y además del lugar para las hamacas, tenía largas mesas para la cena que rápidamente estuvo servida. Un manjar los pollos y mucha armonía y “buena onda” en el grupo. Pronto (antes de las 20 hs.) cada uno se fue metiendo en su hamaca quedando solo la luz de una vela encendida cerca del baño por si hubiera alguna urgencia.
El lejano ruido del salto que nos había acunado la noche anterior, nos despertó a la 05:30 horas, momento que habíamos acordado para comenzar el ascenso de poco más de una hora y llegar a la base. Luego de un desayuno muy completo (no nos explicamos cómo tan pocas personas y en circunstancias tan adversas podían preparar tan bien las distintas comidas y demás servicios), comenzamos a luchar con piedras y raíces de la profusa vegetación, en medio de la selva, hasta que llegamos a una inmensa piedra que sobresalía de los árboles y hacía las veces de mirador. La vista era espectacular pues se lograba apreciar el final de la caída y, levantando mucho la cabeza muy hacia lo alto, también veíamos el comienzo de semejante chorro de agua. Los rostros de cansancio por la caminata se mudaron por los de un grupo de humanos felices y respetuosos ante tamaña creación. El viento y la llovizna de la caída nos refrescaban mientras reponíamos las fuerzas.
No sé cuánto tiempo después emprendimos el descenso y en no más de 5 horas de canoa y caminatas, estábamos alojados en el campamento Bernal I, frente a la laguna de Canaima y al lado de hermosas cataratas que al día siguiente iríamos a visitar.
El viernes 14 comenzó temprano. En menos de una hora llegamos al salto del Sapo, el que cruzamos… ¡por debajo, entremedio de la pared de piedra y el impresionante torrente que no paraba de mojarnos! Cuando llegamos al otro lado subimos a la parte superior para mirar una caída que no tenía menos de 80 metros de altura por doscientos o más de ancho. Luego pasamos al Sapito, su hermano menor y regresamos al campamento. Comimos, una ducha y a las 15 horas ya estábamos en Ciudad Bolívar. Decidimos salir de allí a esa misma hora para avanzar en nuestro camino hacia la Gran Sabana.
El sábado 15 ya estábamos recorriendo el resto de ese inmenso parque de más de dos millones de hectáreas. En la parte oriental el paisaje cambia, pues el camino avanza alejado de los tepuyes, a los que solo se puede divisar a la distancia. Igual, estamos transitando a más de 1000 msnm por una gran sabana con ondulaciones e infinidad de ríos y arroyos, que ofrecen el atractivo adicional de cascadas y rápidos en su curso. La zona está muy bien organizada en manos de los indios pemones, quienes coordinan las principales actividades turísticas de la zona, ofreciendo excursiones, lugares de alojamiento, campings con servicios básicos, comidas y mucha seguridad en toda la región. Como lugares destacados podemos mencionar a la Quebrada Jaspe, aunque cualquier lugar del camino puede servir para darse un chapuzón y pasar la noche o un momento de descanso en el día.
El domingo 16 llegamos a Santa Elena de Uairén en el límite con Brasil y sin tener nada que recorrer por allí, no siendo ese centro urbano importante turísticamente y sólo base para distintas excursiones, decidimos cruzar esa misma tarde hacia Boa Vista, a más de 200 km de la frontera.
Las fotos de esta etapa están en las carpetas: 28° Península de Paria – Ciudad Bolívar, y 29° Parque Canaima – Salto Angel
¡Hasta pronto!
Me llena de alegría verlos en esas fotos!!! están muy bien los dos!!! papito querido con un incremento notable de canas… pero te quedan bien jajajaj. Impactantes las fotos.
Un abrazo!
Ola estimados y grandes viajeros con su casa a cuesta, por lo leido esa excursión esta saliendo de 10, como es de esperar, mirando las fotos supongo que estan cruzando el amazonas hasta las costas del Atlántico, sigo asombrado del viaje, como es de costumbre sus comentarios y apreciasiones de los lugares que han visitado es exelente y muy claro de entender, sigan para adelante y disfrutando a cada momento.- Saludos
Hola Luis: gracias por tu acompañamiento. La excursión salió U$D 250 cada uno y si hubiéramos ido por La Paragua, habríamos pagado U$D 70,00 c/u por el aéreo ida y vuelta y U$D 100,00 por la excursión y estadía de 3 días. Total: U$D 170 cada uno. De estos valores nos enteramos cuando ya estábamos en Canaima. Un abrazo.
Carlos
Hola, la alegria de siempre al saber que estan bien.EXCELENTE el informe, como siempre. Y que fotos!!!! Tengo dos preguntas:
cuantos costò al final la excursiòn (de movida pedian us 350) y por que lamentaron la decisiòn de no ir por tierra a La Paragua.
Un fuerte abrazo y gracias